martes, 16 de septiembre de 2014

Vengo a escribirte una hoja de reclamaciones

Vengo a escribirte una hoja de reclamaciones. 
Sí, de reclamaciones. Ni despedidas, ni te echo de menos, ni gilipolleces de esas. Yo he vuelto para pedirte que me devuelvas el tiempo perdido.  Todos los días que pasamos juntos, las noches de pasión, la camisa que me rompiste (que ambos sabemos que era mi favorita), todas las noches que me he tirado llorando, y todos los cafés que te pagué porque "no tenías suelto". El resto de cosas, puedes quedártelas. 
De hecho, tengo pensado devolverte todo lo que me regalaste en el tiempo que estuvimos juntos, excepto esa alianza que la tiré por el váter en un acto de pura rebeldía. Tú sabías perfectamente lo que yo odiaba esas cosas, que tienen un significado que tú jamás podrías llegar a entender.
En realidad, lo único que quiero reclamarte es que vengas a arreglar este corazón roto. Que está exactamente igual que cuando lo dejaste. Partido en 69 pequeños trocitos. Y haber quien tiene cojones de pararse a ser capaz de pegarlos todos y reconstruirlo, sin desesperarse con cada pequeño parte de él. 
Así, que eso es lo único que quiero, que me devuelvas mi corazón y lo arregles. Y traigas contigo el trozo que hace 70 porque sino, nunca estará completo. 
Te exijo que mi corazón esté arreglado en 24 h, porque llevo ya demasiados días de frío y lluvia interna como para seguir esperando. Que soy demasiado fría desde que te fuiste. 
Desde que me rompiste el corazón, quería decir. 
Aquí te espero. 
Se un hombre y ven a arreglar este desastre. 

lunes, 1 de septiembre de 2014

Nunca fui valiente

Debería ser más valiente.
Sí, eso.
Atreverme a gritarle al mundo,
que a pesar de que seas un desastre,
te quiero
Como nunca lo hice con nadie.

Que no me importaría reescribir todos mis poemas
para que llevasen tu nombre entre líneas.
Y quitarle importancia a los lunes
si tu sonrisa va a estar detrás de cada uno de ellos.

No me importaría quedarme sola los domingos,
si sé que uno de ellos aparecerás tú
con helado para los dos y una buena película,
de miedo.
Para acurrucarme a tu lado y gritar como una niña
de terror,
o de placer,
eso queda siempre a tu elección.

Y luego, como si nada hubiese pasado,
te quedases dormido a mí lado
y pudiese volver a contar tus lunares,
y repasarlos uno a uno.

Tampoco me importaría, que al irte
dejases un vacío imposible de llenar,
porque eso solo me daría más ganas para salir
corriendo
a buscarte en cualquier lugar donde crea que puedes estar
solo para abrazarte una última vez
antes de que te marches a casa.

O de mi vida, que por desgracia,
no sería la primera vez, que es lo mismo.