sábado, 15 de abril de 2017

13

Me dan meido las personas que son capaces de ver más allá
de asomarse a tu interior,
de desnudarte.

Y tú siempre fuiste capaz de desnudarme
incluso antes de haberme quitado las bragas.

Susurrabas todo lo que mi interior gritaba,
y lo decías
tan
tan
tan bajito
que conseguís que,
hasta mis miedos,
me gustaran.

Si fuera por mí te dejaba seguir hurgando en mi interior,
para que me (excites) visites
y veas que, en el fondo
soy,
y seré,
siempre,
mucho menos de lo que mereces.

Demasiado vacío por aquí dentro.
De ahí el eco, ¿lo oyes?
Hay alguien gritando de miedo.

No deberías acercarte tanto
porque me pongo nerviosa
cada vez que te pillo buscando
un recoveco de mí que aún no has conocido.

Para,
deja de entrometerte en mis sábanas,
que soy una chica con el corazón de hielo,
y estás dándome demasiado calor.

Para,
que lo estás derritiendo
y todo lo que esconde
escuece.

¿Para
qué quieres saber todo lo que me ha llevado a ser así?
Todos tenemos nuestros secretos
pero yo dejé de ser un misterio para ti hace mucho tiempo.

No me toques,
por favor,
que me estoy muriendo de ganas
de darte un abrazo.

No, no (puedo) quiero.
No lo entenderías,
pero hago añicos todo lo que toco.

Deja de ponérmelo tan difícil, ¿no?
Que tus labios me están mirando
tan de cerca
que voy a tener que besarlos.

Te estoy pidiendo a gritos
que te (quedes) vayas
que me (beses) dejes
que me (folles) olvides
y nos (riamos) dolamos
pero (juntas) lejos.

Hasta luego 11

Nunca nos despedíamos con un adiós,
porque "hasta luego" era la única forma de prometernos que el algún punto volverían a cruzarse nuestros caminos,
aunque nunca fuera de vuelta a casa.

A veces, nuestros caminos se cruzaban en un bar,
con una copa en mano
y muchos te quieros olvidados en el cajón de mierda.

Te saludaba con media sonrisa (y mucho dolor).
Me hacía la idiota,
como si no llevara varias noches buscándote en mis conversaciones recientes.
Te miraba a los ojos y decía que todo me iba genial.
Obviaba la parte de la cama que aún estaba vacía,
y a mi corazón hecho pedazos desde que te fuiste
pegando golpetazos contra el pecho,
como si quisieras escapar;
y te sonreía.

Con la sonrisa más jodida que he puesto en mi vida.
Y tú lo sabías.

"Nunca sonríes con los ojos"
me decías cada vez que algo iba mal
como un sinónimo de "sé que algo te preocupa".

Me estabas mirando con la misma cara que lo hacías cuando sabías que te mentía.
Pero no me paraste.
No trataste de frenar todo este desastre.

Aguantaste mi sonrisa falsa y sonreíste tú también,
Como si de dos cualquieras nos tratáramos.

Aguardamos dos segundos antes de decidir separarnos de nuevo.
No dijimos palabra.
No me atreví a mirar hacia atrás por si tú te habías parado haber como me alejaba.

"Hasta luego"-susurré.


jueves, 16 de junio de 2016

Sin sentido 19


El roce de sus palabras con mi piel había creado un vacío completo en mi existencia.
Esta vez no era yo y mis circunstancias, éramos nosotros dispuestos a matarnos por seguir adelante.
Me Hieres,como todo no que nos hace felices.
Tú eras soga y yo suicida.
Me empeñé en tropezar tantas veces con la misma piedra para no darte a ti, que me machaque contra otros que no lo merecían por cuidarte, que debías ser ruina y en mi recuerdo.
Y a veces lo eras.
Te convertías en escombros, con un polvazo y polvo pero escombros.
Hasta que resurgías de una forma inexplicable que llamaba vida para contarle a los demás que tu alma no eran más que emigrantes que habían huido en busca de otra vida mejor. Lejos de un nosotros que hasta el más loco sabía que nunca funcionaría. Mi alma había huido completa cuando la tuya decidió independizarse.
Siento vacío cuando (me) escribes porque sé que esos versos son fruto de mi alma recordándome que emigro de cuerpo, saltando al vacío desde el edificio más alto de mi corazón. Y, como no, ahí estabas tu para rescatarla(me), aunque a un precio demasiado alto.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Improviso 16.

A veces, imagino mi vida sentada al borde de un acantilado. Con las olas chocando en la roca y las gotas salpicando mis pies desnudos.
Tengo frío. En mi acantilado siempre hace frío.
 No distingo la diferencia entre el mar y el cielo. El horizonte perfecto me hace creer en una inmensidad infinita.
Me muevo en un vaivén incesante. El viento golpea mi cara y cierro los ojos. Huele a aire fresco. Escucho el susurro violento del mar. Podría escuchar los millones de pensamientos de todos aquellos que, en su propio acantilado, han susurrado gritos al viento.
Yo no hablo.
Sigo teniendo frío.
 ¿Por qué tengo frío?
 El agua sigue salpicando mis pies desnudos, como si tratara llamar mi atención.
“Soy libre" pienso. Y sonrío. Soy libre y continúo balanceándome sentada al borde del abismo. El viento me empuja al vacío.
Me tambaleo.
No me da miedo caer hacia mi acantilado, pocas sensaciones me hacen sentir más viva.
El mar susurra: “baila"
Y entonces, improviso.

lunes, 18 de enero de 2016

Perfecta definición de dolor

Eras la perfecta definición de dolor.

La perfecta definición de la mirada de alguien que ve marchar al amor de su vida y no es capaz de correr tras él y decirle “eh, tú, nos merecemos otra oportunidad.” Y no lo hacías porque sabías que la respuesta iba a ser la de siempre “segundas partes nunca fueron buenas”. Y lo sabías. Y aun así, cabía la esperanza de que se diera la vuelta, de que al menos se parara en seco y de alguna manera, sus pasos se toparan con los tuyos de nuevo. Tenías la esperanza de aquel que sabe que va a morir y sigue haciendo planes de futuro, por si ocurre un milagro y el diablo lo salva. Porque Dios anda demasiado ocupado últimamente. Tenías las ganas de una niña de 6 años el seis de enero mezclada con la decepción de ese niño que acaba de enterarse de que los Reyes Magos ni son de Oriente, ni vienen en camello, ni son magos, ni son reyes. Tus ojeras estaban tan marcadas que asustaba y mirarte directamente a los ojos era como asomarse al borde del acantilado y lo peor es que tu falsa sonrisa de “joder, mira lo rota que estoy, pero sonrío” era la que se encarga de empujarnos hacia el abismo. Y cada vez que te miraba, te juro que podía escucharme gritar de dolor por dentro. Tenías la frialdad en las manos de alguien a quien le han hecho daño tantas veces que se ha congelado por dentro. Nunca me atreví a mirar tus muñecas por si me asustaba lo que veía en ellas, porque nadie, nunca, te hace más daño que tú mismo. Y tú en eso eras experta. Tenías el corazón a doscientas revoluciones cuando le veías pasar por la acera de enfrente buscando solo que se cruzaran vuestras miradas. Pero cuando él pasaba, yo juraría que dejaba de latir. Aunque…si me acercaba lo suficiente en silencio podía escucharlo llorar. Podía tocar el piano en tus costillas, estaban tan marcadas que parecían dibujadas. Parecías tan frágil que me daba miedo tocarte y que te rompieras en mil pedazos. Sin embargo, solo al intentar acercar la mano me mirabas con el mismo odio con el que lo hace un niño cuando le quitas su juguete favorito, tres segundos antes de ponerse a llorar. Así que, alejaba la mano con miedo, e intentaba pronunciar palabra: “Eres la perfecta definición de dolor.”-susurraba. Pero nunca obtuve respuesta. Siempre terminaba por apartarme de espejo.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Bienvenidos a Serendipia 1

A veces Grecia me duele y tengo que cerra los ojos para evitar pensar.
Ojalá nunca hubiera entendido a Irene X cuando hablaba de Grecia.

Porque el problema de la poesía es que se siente,
que duele,
que sangra...y que te hace sangrar.

El problema de la poesía es que te acompaña
en las noches en vela,
los días de lluvia por dentro,
y de frío que hiela.

El problema de la poesía es que te ataca
de noche,
de día,
de miedo,
de pena,
y te rompe en pedazos,
que juntarlos sería como unir todas las estrellas del cielo en mi mano,
me quemaría.

El problema de la poesía es que a veces,
no te abandona ni aunque la eches.
Y que no te permite buscarte otro poeta,
porque nadie quiere escribir sobre tus ruinas.

El problema de la poesía es que ella manda,
¿y tú? Obedeces,
cual súbdita de sus letras.

El problema de la poesía es que no es amor.
El problema de la poesía es que es desamor.

Bienvenidos a Serendipia,
preparad el corazón y alejad la razón,
ya podéis pasar.

Alifafe 92

Los días cada vez son un poco más grises, las noches cada vez más oscuras, el dolor cada vez más intenso. La cama es demasiado grande para mí, que cada vez me vuelvo más pequeña. Y de noche...hay veces en las que creo que podría ahogarme en mi propio vacío o precipitarme hacia él y caer en picado.

Estoy cansada de insomnios permanentes. De esas ojeras tan marcadas que ni siquiera el maquillaje disimula. Vivo acurrucada en una esquina, aferrándome a clavos ardiendo con tal de no caer. Hay veces en las que el sueño me vence, y entonces llega lo peor.

Enciendo un cigarrillo cuando creo que no puedo más y la nicotina invade mis pulmones. Calada tras calada, a veces pienso que todo me resulta un poco más leve. El humo me pone los ojos llorosos y me permito llorar. Y el dolor sale en forma de caladas y lágrimas.

Porque no sé qué duele más, la ausencia de quien no va a volver o la intermitencia de quien va y viene. No sé qué más, si el vacío de mi interior o el que veo en el interior de los demás. Y es que todos estamos tan vacíos que me da hasta miedo.

Entonces, cojo otro cigarrillo, prendo el mechero y grito al vacío de mi interior,

por si puedo recuperarme.