jueves, 26 de enero de 2012

Es la tercera vez que borro lo mismo para volverlo a escribir, y aunque sé que lo que quiero escribir no es esto, emborrono de nuevo la misma página intentando buscar otra fuente de inspiración. Llevo ya varios días, casi un mes, sin escribir solo y simplemente porque me prometí que no me llevaba a nada, pero aquí estoy otra vez escribiendo supongo que porque lo necesitaba. Las ideas se amontonan en mi cabeza como una concentración de estrellas en la galaxia y no puedo pensar, lo único que me apetece es tumbarme en la cama, estar tranquila, sin escuchar nada más que el silencio. Claro, oculto, dañado por los pensamientos de todos los que un día marcaron su vida mientras él rondaba tan sigiloso como siempre. Silencio, acogedor de todos mis pensamiento tirados a la deriva, de todos mis versos que nunca escribí, de todas las noches que pasé llorando. Silencio, mi querido y fiel amigo que no me abandona, el que escuchó todas mis palabras mientras aporreaba con fuerza a una almohada, el que sabía entenderme sin ni si quiera hablarme, aquel, que sin decir nada lo decía todo, mi fiel amigo el silencio. Silencio, que se dice sin hablar, que significa todo, significa silencio, que incluso sin percibirlo se nota, que incluso sin quererlo se siente, que cuando lo pides lo tienes, que guarda todo. Y aquí estoy hoy, sentada en la cama de mi cuarto mientras que no escucho nada, absolutamente nada más que el sonido fructuoso que hacen las teclas del ordenador al chocar y silencio, silencio, solo y únicamente, silencio.

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