miércoles, 30 de diciembre de 2015

Alifafe 92

Los días cada vez son un poco más grises, las noches cada vez más oscuras, el dolor cada vez más intenso. La cama es demasiado grande para mí, que cada vez me vuelvo más pequeña. Y de noche...hay veces en las que creo que podría ahogarme en mi propio vacío o precipitarme hacia él y caer en picado.

Estoy cansada de insomnios permanentes. De esas ojeras tan marcadas que ni siquiera el maquillaje disimula. Vivo acurrucada en una esquina, aferrándome a clavos ardiendo con tal de no caer. Hay veces en las que el sueño me vence, y entonces llega lo peor.

Enciendo un cigarrillo cuando creo que no puedo más y la nicotina invade mis pulmones. Calada tras calada, a veces pienso que todo me resulta un poco más leve. El humo me pone los ojos llorosos y me permito llorar. Y el dolor sale en forma de caladas y lágrimas.

Porque no sé qué duele más, la ausencia de quien no va a volver o la intermitencia de quien va y viene. No sé qué más, si el vacío de mi interior o el que veo en el interior de los demás. Y es que todos estamos tan vacíos que me da hasta miedo.

Entonces, cojo otro cigarrillo, prendo el mechero y grito al vacío de mi interior,

por si puedo recuperarme. 

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